miércoles, 29 de febrero de 2012

BREVE HISTORIA DEL ESPACIO PÚBLICO



Podemos encontrar en  la historia de las urbes, ejemplos de cómo el espacio público se ha ido transformando, a la par de las diferentes etapas históricas y los modos de producción.    Podemos darnos cuenta de estos cambios,  si comparamos las ciudades preindustriales,   (generalmente los cascos antiguos), las ciudades  o las partes de las ciudades de los albores de la industrialización, y las ciudades o las partes de las ciudades del auge de la modernidad. 

En el primer caso podemos encontrar como el espacio público se configura para satisfacer las necesidades de encuentro de las personas y el desarrollo de las actividades de la comunidad.  Es la época de las plazas, de los artesanos, de las ferias, de los mercados al aire libre, de los burgueses libres huyendo del señor feudal. Estos ejemplos los podemos encontrar en todo el mundo  con variaciones respecto a su clima y cultura.  Lo  podemos ver en  las calles angostas de Marrakech que terminan en un gran espacio abierto que es el bazar. En  las calles de las ciudades griegas concebidas como lugar social y encontrándose en la platea (plaza pública).  En el trazado en damero  a partir de la plaza  mayor de las ciudades latinoamericanas y algunas europeas  y el trazado más orgánico, siguiendo la topografía resaltando remates visuales y con varias plazoletas y rincones  de varias ciudades europeas.  

En el segundo caso, vemos como se comienza a perder el sentido de espacio social del espacio público y comienza a ganar terreno el espacio de circulación.  Es el caso de los grandes bulevares de París y las ejecuciones de Haussmann,  es el caso del Ringstrasse en Viena, sobre los terrenos del campo de Marte. Es la época de las fábricas, de las estaciones de ferrocarril, de los primeros barrios jardín ingleses. Es la época de las vías como facilitadoras para la circulación, pero que aún conservan signos de espacio social.

En el tercer caso, tenemos el auge de la modernidad, de las grandes vías, los rascacielos, los conjuntos habitacionales, de las zonas industriales. El sentido de espacio social del espacio público se ha perdido por completo, el espacio público está destinado a la circulación,  a facilitar la producción.  Es la época del funcionalismo, del estilo internacional de Le Corbusier, de la culminación del funcionalismo con el ejemplo de   Brasilia de Lucio Costa, en donde todas las funciones urbanas están perfectamente definidas, unidas por autopistas que no se cruzan entre sí facilitando la circulación motorizada y con bloques de departamentos alrededor de espacios verdes sin consideración de la escala humana.

Es también la época de las destrucciones de Robert Moses en Nueva York y de la mayor cantidad de ciudades americanas y latinoamericanas en función de dar cabida a la rápida comunicación entre el empleo y la vivienda.  Es la época en la que en los centros de las ciudades priman las actividades terciarias y aparecen las áreas suburbanas residenciales.  Aparecen los centros comerciales en las zonas periféricas, atrayendo consigo nuevas urbanizaciones.  Es la época de las megalópolis, de la dispersión de las ciudades.  Es la época de los departamentos, de los ascensores, de los negocios, del capital financiero y especulativo, de las urbanizaciones cerradas, de los clubes privados, de las grandes autopistas, de las implosiones en las Vegas y la continua destrucción de hoteles de 10 años para edificar otros más presuntuosos.  

Este tercer caso aún lo estamos viviendo con mucha fuerza compartiendo  con un cuarto caso,  que Marc Augé llama los “no lugares” de la sobremodernidad.[1]  Es la época de los aeropuertos, de los veloces medios de transporte.  Es la época del Internet, de la televisión, de la información, de los juegos electrónicos, de la realidad virtual,  de los mundos virtuales.  Es la época de los cajeros automáticos, de las tarjetas de crédito, de las tarjetas de débito, de los supermercados, de los centros comerciales. Es la época de la globalización económica. Es la época de la soledad del individuo que vive en su mini departamento, un poco más grande que su garaje,  que sale en su automóvil y por una gran autopista se dirige a un centro comercial, saca dinero por un cajero automático y luego va de compras a un supermercado en donde tiene apenas un pequeño contacto con una  cajera,  satisface su hambre en un local de comidas rápidas al auto y por la noche se distrae viendo televisión o teniendo aventuras virtuales por Internet  o en su play station. 

Sin lugar a dudas,  la ciudad actual nos ha llevado o nos está llevando a una situación de soledad e individualismo desesperante.  Esto se ve reflejado en el espacio urbano, que a su vez es una consecuencia  de la sociedad de consumo y el modelo actual de desarrollo.  

Por suerte este modelo de desarrollo  comienza a ser cuestionado por dos razones fundamentales.    Que si seguimos con los altos niveles de producción, consumo y desechos de los países industrializados, el espacio ambiental del planeta se verá reducido considerablemente lo que representaría una catástrofe ecológica de impredecibles consecuencias. La segunda es el cuestionamiento a la sociedad de consumo en sí, que nos ha llevado   a vivir angustiados  tratando de adquirir los bienes que el mercado nos presenta como necesarios para tener un”buen nivel de vida”.  Angustia que ha generado una sociedad egoísta socialmente desintegrada, en donde priman los intereses individuales, familiares y de grupo, sobre el bien común.

Es por eso que ahora surgen nuevas corrientes de pensamiento basadas en el amor, la solidaridad, la ecología, los valores espirituales y el rescate de tradiciones.  Dentro de estas están algunas corrientes educativas, económicas, ecológicas, sociológicas y urbanísticas. Además de varias ciencias que se están desarrollando en base a estas premisas, como son la medicina, las energías renovables, las tecnologías apropiadas para obras de ingeniería, arquitectura,  agricultura, procesos de  permacultura, entre otras.  Señales que las cosas están cambiando y estamos entrando en una nueva era, en donde los seres humanos podamos armonizar con el orden de la naturaleza y no perturbarlo.

Precisamente, aquí radica la  importancia  que tiene la configuración del espacio urbano si es que queremos ayudar a transformar las cosas.  Es que solo creando espacios públicos y privados que puedan armonizar con el orden invisible de la  naturaleza, de la cual somos una partecita, podremos lograr sociedades más solidarias y felices. Entendiendo solidaridad en el sentido más amplio de esta palabra, en el sentido ecológico, solidaridad con todos los miembros de este planeta. Solidaridad con los elementos y la vida.

Diego Hurtado, Mayo del 2004.


Una nueva etapa está surgiendo. 

Otro factor importante que promovería  un cambio en nuestro hábitat urbano, es el del pico del petróleo.   La necesidad de un descenso energético está planteando  una nueva forma de vivir.   Ya es una tendencia que cobra fuerza en muchas urbes,  el volver a activar los espacios públicos para las múltiples actividades ciudadanas.  Multiplicidad de usos,  varias centralidades que funcionen en red, comunidades y distritos con equipamientos a distancias caminables, el buen manejo de los residuos urbanos,  el volver a lo local, son opciones que se están tomando para adaptarnos a esta nueva era en la que estamos entrando.    Lástima que aquí todavía estamos pensando   en crear una ciudad con las características de las del auge de la modernidad. (Añadido el 23/02/12)


[1] Augé Marc (1998) Los no-lugares. Espacios del anonimato.  Una antropología de la sobremodernidad.  Barcelona, Gedisa.

http://www.facebook.com/diegohurtadov?sk=notes&s=30

 



 


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