Un espacio muy común en nuestras antiguas poblaciones era la plaza
del mercado, como una tradición muy arraigada que identificaba el
espacio en donde los ciudadanos de los alrededores podían ir a buscar
y encontrar lo que necesitaran, tal día y en tal lugar. Este espacio
de intercambio, fue muy común en varias culturas y estaba ligado no
solo al intercambio comercial sino a las actividades sociales tan
necesarias de los seres humanos. Son famosos en las ciudades árabes
estos grandes espacios abiertos, los bazares, destinados al comercio,
en donde confluyen varias calles.
En nuestras ciudades
intermedias y pueblos el mercado aún tiene gran importancia, y el día
de feria, se lo considera como un gran evento para ir a vender o comprar
o simplemente pasear con las mejores galas y socializar con los vecinos
del pueblo. El mejor ejemplo que tenemos en nuestro país es la feria
de Otavalo, en donde la plaza destinada para el efecto, se llena de
visitantes el sábado, día de la feria, y las calles aledañas se
convierten en pasajes peatonales comerciales, resultando un atractivo
turístico a nivel mundial y que deja muchas divisas y beneficios
económicos para sus habitantes.
Uno de los sitios
históricos de mercado en Quito fue la Plaza de San Francisco, el
tiánguez, en donde además estaba la toma de agua, a donde acudían los
aguateros a abastecerse del líquido vital para llevarlos y venderlos en
las casas. Actualmente en nuestra ciudad, tenemos varias ferias,
algunas barriales como la de La Floresta y otras de carácter urbano,
como la feria de La Ofelia al norte de la ciudad, o la feria artesanal
en el parque de El Ejido.
Otra tradición que se ha ido
perdiendo, es el carácter mixto que tenían las edificaciones.
Generalmente en sus plantas bajas, las casas tenían uno o más locales
comerciales y o algún taller artesanal e inclusive la oficina o
consultorio de algún profesional, mientras en las plantas altas y los
patios posteriores se utilizaban para residencia de los dueños de la
casa. Se producía de esta manera una buena relación entre el
espacio público –la calle- y el espacio privado –el comercio-. Nuestro
Centro Histórico, aún conserva ese carácter en varios de sus barrios.
Las casas en línea de fábrica con locales comerciales en sus plantas
bajas y residentes en las plantas altas, la continua presencia de
peatones, la escala humana de los espacios públicos, la facilidad para
el flujo peatonal, la centralidad y la tradición, hacen que este sitio
no deje de ser visitado por muchos compradores de todas partes de la
urbe.
También ha sucedido que en algunos casos se
desborde este comercio tanto a los espacios públicos tomándose las
calles, como a los espacios privados, tornándose casas y manzanas
enteras en bodegas, convirtiéndose en un conflicto difícil de
manejar. En el caso de nuestra ciudad de Quito, esta tendencia se dio
en nuestro Centro Histórico, en el sector de la Calle Ipiales, llegando
en algunos casos a la cercanía de La Plaza Grande por el corredor de La
Chile. Una política de reubicación manejada entre autoridades e
involucrados, logró rescatar una zona de la ciudad del desborde
desorganizado del comercio. Sin embargo la dinámica comercial de estos
sitios continúa con gran afluencia de personas de todas partes de la
ciudad que van a comprar a ellos.
Tanto en la plaza como
en la calle tradicional, se puede ver que existía y aún perdura una
fuerte relación entre el espacio público y el privado que permitía que
se pueda desarrollar con éxito una actividad comercial. Veamos un poco y
analicemos estas relaciones.
El comercio está en donde
confluyen las personas, es decir en sitios en donde siempre tenemos
asegurados visitantes, generalmente centralidades, alrededor de los
sitios en donde se ubica equipamiento, en las plazas, calles peatonales,
estaciones, terminales de transporte, alrededor de los puertos,
encrucijadas de caminos, que en muchos casos determinan el futuro
desarrollo y crecimiento de algunas urbes y se convierten en factor
para la ubicación de nuevas centralidades. La continua presencia de
visitantes va afianzando esta tendencia, comenzando a crecer las ventas
y convirtiendo extensas zonas de las ciudades en zonas comerciales,
generalmente a partir de una plaza y luego hacia las calles
colindantes.
La presencia de peatones en gran número es
fundamental para que puedan detenerse y ver el producto exhibiéndose,
las vitrinas visibles y llamativas es otro factor determinante, la vida
de barrio, la alegría de la gente paseando, circulando, comprando,
tomando un café o simplemente observando es lo que da vida a un sector y
promueve más visitas a estos sitios.
Desgraciadamente,
la conformación del espacio público en nuestras modernas ciudades, con
énfasis en la circulación vehicular y en el flujo rápido de automotores,
ha descuidado esta relación existente entre la actividad comercial,
los espacios de encuentro y los flujos peatonales, agravado además por
cuanto la zonificación prohíbe la ubicación de comercios en ciertas
zonas sin reconocer la dinamia que debe existir entre comercio, calles,
plazas y vida de barrio y la relación directa que debería existir entre
las plantas bajas con el espacio público.
Todo este tipo
de políticas ha conseguido que nuestro espacio público vaya muriendo al
uso ciudadano, convirtiéndose en algunos casos, tan solo en espacio
de circulación rápida vehicular, que es para lo que lastimosamente
fueron diseñados y a cambio ha proliferado el aparecimiento de los
centros comerciales, copia gringa de sitios de concentración de
comercio, los que se han convertido en un artificial sustituto de estas
calles comerciales, plazas de mercado, espacios de encuentro y
ferias. Lugares cerrados, privados, a donde se tiene acceso en la
mayoría de casos en automóvil por lo que además están rodeados de
parqueaderos.
Además la falta de reglas claras, en
cuanto a la ubicación del comercio en ciertas zonas de la ciudad, la
presión comercial en zonas cercanas a los centros tradicionales y el
aparecimiento de nuevas centralidades, ha provocado que los retiros
sean ocupados por locales comerciales, sin ningún criterio por conservar
la arquitectura, los espacios verdes, la ventilación e iluminación de
los predios, adueñándose además de las aceras para el parqueo de
vehículos. Todo esto evidencia que no ha existido un manejo adecuado
del tema en la implantación de locales comerciales y su relación con el
espacio peatonal, la vida barrial y el encuentro ciudadano, ya que solo
se ha planificado y regulado para los autos.
El comercio se beneficiará si se diseñan espacios públicos que garanticen una buena presencia de peatones para lo cual se debe:
- Fortalecer las nuevas centralidades urbanas, con el desarrollo de sectores comerciales frente a espacios públicos generosos con preferencia peatonal.
- Promover el uso mixto del suelo, con locales comerciales en las plantas bajas y uso residencial en las plantas altas.
- Incentivar la creación de calles comerciales, peatonales o de dominio peatonal, que nos conduzcan a sitios de actividades como una plaza, una iglesia, la escuela, la estación de transporte o centros barriales.
- Promover que exista una buena relación entre el espacio comercial y el espacio público. La ubicación de las casas en línea de fábrica, en relación directa con el espacio público facilita esta relación.
- Permitir las ferias barriales, con reglas claras para evitar el desborde sobre el espacio público.
- En sitios en donde exista una clara tendencia a volverse comercial y las edificaciones tienen retiros frontales, no permitir el uso del retiro para la edificación permanente de locales, pero incentivarles a eliminar los cerramientos y volver a este espacio un sitio de transición semipúblico en donde pueden exponer sus productos, convirtiéndose de esta manera en una extensión de su negocio, bar, café o restaurante, para ello podrían utilizar soportales o toldos, de esta forma se dinamizaría más la actividad de la calle.
- Promover los comercios locales, a través de guías ciudadanas informando a los vecinos de los alrededores de la oferta de servicios y productos disponibles. Esto a la vez evitaría movilidades innecesarias.
Diego Hurtado
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