Podemos encontrar en la historia de las urbes, ejemplos de cómo el espacio público se ha ido transformando, a la par de las diferentes etapas históricas y los modos de producción. Podemos darnos cuenta de estos cambios, si comparamos las ciudades preindustriales, (generalmente los cascos antiguos), las ciudades o las partes de las ciudades de los albores de la industrialización, y las ciudades o las partes de las ciudades del auge de la modernidad.
En el primer
caso podemos encontrar como el espacio público se configura para
satisfacer las necesidades de encuentro de las personas y el desarrollo
de las actividades de la comunidad. Es la época de las plazas, de los
artesanos, de las ferias, de los mercados al aire libre, de los
burgueses libres huyendo del señor feudal. Estos ejemplos los podemos
encontrar en todo el mundo con variaciones respecto a su clima y
cultura. Lo podemos ver en las calles angostas de Marrakech que
terminan en un gran espacio abierto que es el bazar. En las calles de
las ciudades griegas concebidas como lugar social y encontrándose en la
platea (plaza pública). En el trazado en damero a partir de la plaza
mayor de las ciudades latinoamericanas y algunas europeas y el trazado
más orgánico, siguiendo la topografía resaltando remates visuales y con
varias plazoletas y rincones de varias ciudades europeas.
En
el segundo caso, vemos como se comienza a perder el sentido de espacio
social del espacio público y comienza a ganar terreno el espacio de
circulación. Es el caso de los grandes bulevares de París y las
ejecuciones de Haussmann, es el caso del Ringstrasse en Viena, sobre
los terrenos del campo de Marte. Es la época de las fábricas, de las
estaciones de ferrocarril, de los primeros barrios jardín ingleses. Es
la época de las vías como facilitadoras para la circulación, pero que
aún conservan signos de espacio social.
En el tercer caso, tenemos
el auge de la modernidad, de las grandes vías, los rascacielos, los
conjuntos habitacionales, de las zonas industriales. El sentido de
espacio social del espacio público se ha perdido por completo, el
espacio público está destinado a la circulación, a facilitar la
producción. Es la época del funcionalismo, del estilo internacional de
Le Corbusier, de la culminación del funcionalismo con el ejemplo de
Brasilia de Lucio Costa, en donde todas las funciones urbanas están
perfectamente definidas, unidas por autopistas que no se cruzan entre sí
facilitando la circulación motorizada y con bloques de departamentos
alrededor de espacios verdes sin consideración de la escala humana.
Es
también la época de las destrucciones de Robert Moses en Nueva York y
de la mayor cantidad de ciudades americanas y latinoamericanas en
función de dar cabida a la rápida comunicación entre el empleo y la
vivienda. Es la época en la que en los centros de las ciudades priman
las actividades terciarias y aparecen las áreas suburbanas
residenciales. Aparecen los centros comerciales en las zonas
periféricas, atrayendo consigo nuevas urbanizaciones. Es la época de
las megalópolis, de la dispersión de las ciudades. Es la época de los
departamentos, de los ascensores, de los negocios, del capital
financiero y especulativo, de las urbanizaciones cerradas, de los clubes
privados, de las grandes autopistas, de las implosiones en las Vegas y
la continua destrucción de hoteles de 10 años para edificar otros más
presuntuosos.
Este tercer caso aún lo estamos viviendo con mucha
fuerza compartiendo con un cuarto caso, que Marc Augé llama los “no
lugares” de la sobremodernidad.[1] Es la época de los aeropuertos, de
los veloces medios de transporte. Es la época del Internet, de la
televisión, de la información, de los juegos electrónicos, de la
realidad virtual, de los mundos virtuales. Es la época de los cajeros
automáticos, de las tarjetas de crédito, de las tarjetas de débito, de
los supermercados, de los centros comerciales. Es la época de la
globalización económica. Es la época de la soledad del individuo que
vive en su mini departamento, un poco más grande que su garaje, que
sale en su automóvil y por una gran autopista se dirige a un centro
comercial, saca dinero por un cajero automático y luego va de compras a
un supermercado en donde tiene apenas un pequeño contacto con una
cajera, satisface su hambre en un local de comidas rápidas al auto y
por la noche se distrae viendo televisión o teniendo aventuras virtuales
por Internet o en su play station.
Sin lugar a dudas, la
ciudad actual nos ha llevado o nos está llevando a una situación de
soledad e individualismo desesperante. Esto se ve reflejado en el
espacio urbano, que a su vez es una consecuencia de la sociedad de
consumo y el modelo actual de desarrollo.
Por suerte este modelo de
desarrollo comienza a ser cuestionado por dos razones fundamentales.
Que si seguimos con los altos niveles de producción, consumo y desechos
de los países industrializados, el espacio ambiental del planeta se
verá reducido considerablemente lo que representaría una catástrofe
ecológica de impredecibles consecuencias. La segunda es el
cuestionamiento a la sociedad de consumo en sí, que nos ha llevado a
vivir angustiados tratando de adquirir los bienes que el mercado nos
presenta como necesarios para tener un”buen nivel de vida”. Angustia
que ha generado una sociedad egoísta socialmente desintegrada, en donde
priman los intereses individuales, familiares y de grupo, sobre el bien
común.
Es por eso que ahora surgen nuevas corrientes de
pensamiento basadas en el amor, la solidaridad, la ecología, los valores
espirituales y el rescate de tradiciones. Dentro de estas están
algunas corrientes educativas, económicas, ecológicas, sociológicas y
urbanísticas. Además de varias ciencias que se están desarrollando en
base a estas premisas, como son la medicina, las energías renovables,
las tecnologías apropiadas para obras de ingeniería, arquitectura,
agricultura, procesos de permacultura, entre otras. Señales que las
cosas están cambiando y estamos entrando en una nueva era, en donde los
seres humanos podamos armonizar con el orden de la naturaleza y no
perturbarlo.
Precisamente, aquí radica la importancia que tiene
la configuración del espacio urbano si es que queremos ayudar a
transformar las cosas. Es que solo creando espacios públicos y privados
que puedan armonizar con el orden invisible de la naturaleza, de la
cual somos una partecita, podremos lograr sociedades más solidarias y
felices. Entendiendo solidaridad en el sentido más amplio de esta
palabra, en el sentido ecológico, solidaridad con todos los miembros de
este planeta. Solidaridad con los elementos y la vida.
Diego Hurtado, Mayo del 2004.
Una nueva etapa está surgiendo.
Otro
factor importante que promovería un cambio en nuestro hábitat urbano,
es el del pico del petróleo. La necesidad de un descenso energético
está planteando una nueva forma de vivir. Ya es una tendencia que
cobra fuerza en muchas urbes, el volver a activar los espacios públicos
para las múltiples actividades ciudadanas. Multiplicidad de usos,
varias centralidades que funcionen en red, comunidades y distritos con
equipamientos a distancias caminables, el buen manejo de los residuos
urbanos, el volver a lo local, son opciones que se están tomando para
adaptarnos a esta nueva era en la que estamos entrando. Lástima que
aquí todavía estamos pensando en crear una ciudad con las
características de las del auge de la modernidad. (Añadido el 23/02/12)
[1] Augé Marc (1998) Los no-lugares. Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad. Barcelona, Gedisa.
http://www.facebook.com/diegohurtadov?sk=notes&s=30
http://www.facebook.com/diegohurtadov?sk=notes&s=30
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