Hubo un momento en la historia de las urbes en que los peatones
perdimos nuestro derecho a la ciudad. El espacio público otrora el
espacio del desarrollo de las actividades comunitarias, se transformó
en espacio de circulación vehicular. Las otras funciones del espacio
público quedaron minimizadas y trataron de solventarlas creándole
espacios especializados.
Hubo un momento en que se
llegó al extremo de especializar por zonas las diferentes funciones
urbanas. Se fomentó y se experimentaron nuevas ciudades con zonas
de residencia, zonas industriales, zonas de comercio, zonas de trabajo,
y zonas de recreación, vinculadas entre sí por vías. Pero sobretodo
hubo muchas intervenciones de renovación en función de dar cabida a
los autos y a la circulación vehicular, destruyendo grandes núcleos
históricos, perdiendo el sentido de espacio social del espacio público
y con ello marcar la tendencia del desarrollo de las nuevas áreas
urbanas. Las ciudades crecieron y crecieron, se poblaron con
suburbios y nuevos barrios en donde el espacio público estuvo
destinado en su mayor parte a la “rápida circulación” vehicular.
Y
se lo sigue haciendo. Tanto así este modelo de ciudad está vigente y
tan metido en la cabeza de planificadores, autoridades, técnicos, medios
de comunicación, académicos, estudiantes, ciudadanos comunes y
corrientes, que es muy difícil romper este esquema. Las ordenanzas nos
obligan a dejar el mayor espacio para la circulación vehicular y lo
mínimo para el peatón, incluso para calles locales. Se piensa tan solo
en la circulación, y de acuerdo a eso lo lógico es que los peatones
necesitamos menos espacio para circular porque ocupamos menos espacio.
Se extienden las urbes a zonas lejanas y se crean grandes vías para
ello. Es la lógica del automóvil, es la pérdida de la escala humana.
Hay
que romper el esquema de ciudad que facilita la circulación vehicular
y recuperar el derecho a la ciudad para los peatones.
Pero
recuperar la ciudad para el peatón no es solo facilitar la circulación
a pie por la ciudad, es recuperar todas las posibles funciones que
puede tener un espacio público. Debemos tener claro que tan solo
una de las funciones de la calle es la de circular. Se debe devolver
ante todo el carácter a la calle, de espacio de desarrollo de la
comunidad. Esta afirmación que podría haber sido tan obvia en los
primeros burgos, es actualmente uno de los esquemas más difíciles de
romper.
Para ello, el diseño de los diferentes espacios
públicos debe permitir el desarrollo de múltiples funciones sociales.
Ser sitios de encuentro ciudadano, de juegos de niños, de intercambio,
de expresión cultural, de desarrollo de actividades productivas.
Nuestro
espacio público además debe ser el que nos permita desarrollarnos como
comunidades así como en individuos solidarios, deben ser espacios de
aprendizaje, espacios tanto para el desarrollo espiritual como físico
de sus habitantes, espacios de convivencia, espacios para el
desarrollo de la democracia, espacios que nos faciliten un desarrollo
urbano sostenible, espacios que fortalezcan nuestra identidad y en los
cuales nos sintamos satisfechos como seres humanos
Este
es el reto que tenemos hacia adelante para nuestras ciudades, irlas
transformando para que permitan el desarrollo pleno de la condición
humana. El Buen Vivir está en nuestro espacio público, mientras más
necesidades humanas podamos realizar en nuestro espacio público, más
felices seremos.
“En cuanto procuramos decorar
nuestros hogares con todo el confort imaginable, olvidamos de las
grandes ventajas de los locales públicos de reunión. Calles y plazas
son entregadas al automóvil, al paso que el peatón es forzado a
arreglarse por aceras estrechas. El perdió literalmente el derecho al
camino. El contacto vecinal, tan fundamental para la conciencia de los
antiguos burgos y ferias, fue destruido por el desarrollo explosivo del
tránsito motorizado. Es importante que construyamos de nuevo en
nuestras comunidades los centros públicos, en donde los hombres, libres
del tránsito y de la influencia de la residencia privada, puedan
encontrarse en una atmósfera neutra y en donde el clima de la comunidad
alcance expresión pública. “ Walter Gropius. 1956
Diego Hurtado Vázquez. APQ.
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